El siglo XVIII fue una época de estricta etiqueta y decoro en todos los aspectos de la vida, incluso en cuestiones de amor e intimidad. Desde el cortejo hasta el dormitorio, existían numerosas normas y directrices que dictaban cómo había que comportarse. El incumplimiento de estas normas podía dar lugar al escándalo y la desgracia social, por lo que era esencial que las personas las comprendieran y las respetaran. En este artículo, exploraremos seis duras reglas para el amante perfecto en el siglo XVIII, arrojando luz sobre el fascinante mundo de la etiqueta íntima.
Regla 1: La modestia y la discreción eran primordiales cuando se trataba de asuntos de alcoba. Las demostraciones públicas de afecto estaban muy mal vistas, y se consideraba impropio hablar o incluso reconocer las relaciones románticas en público. La intimidad y la discreción se consideraban virtudes que había que mantener, asegurándose de que las relaciones íntimas se mantuvieran a puerta cerrada.
Regla 2: Nunca se insistirá lo suficiente en la importancia del consentimiento y el respeto mutuo. En el siglo XVIII se hacía hincapié en la necesidad de obtener el consentimiento verbal y no verbal antes de emprender cualquier tipo de actividad íntima. Sin consentimiento explícito, cualquier insinuación o acción se consideraba inapropiada e irrespetuosa. El consentimiento se consideraba la piedra angular de un romance sano y satisfactorio.
Regla 3: La higiene y el aseo personal desempeñan un papel importante en el arte de la seducción. Un aspecto cuidado no sólo se consideraba atractivo, sino también una muestra de respeto y consideración hacia la pareja. En el siglo XVIII, bañarse con regularidad, llevar ropa limpia y tener un aliento fresco era lo que se esperaba del amante perfecto.
Regla 4: La comunicación era crucial para el éxito de una relación romántica. Sin embargo, las conversaciones sobre asuntos íntimos debían abordarse con cautela y delicadeza. Las conversaciones directas y explícitas sobre los propios deseos y preferencias se consideraban vulgares. En su lugar, el amante perfecto utilizaba indirectas y gestos sutiles para transmitir sus sentimientos e intenciones.
Regla 5: El concepto de cortejo era muy valorado en el siglo XVIII, y se esperaba que el amante perfecto se dedicara a cortejar a su pareja durante un periodo prolongado. Esto implicaba escribir cartas de amor, intercambiar pequeñas muestras de afecto y participar en actos caballerescos. La paciencia y la perseverancia se consideraban cualidades esenciales de un buen pretendiente.
Regla 6: Por último, la fidelidad era de suma importancia en las relaciones románticas del siglo XVIII. Se esperaba lealtad y exclusividad por parte de ambos cónyuges, y cualquier forma de infidelidad era estrictamente condenada. El adulterio se consideraba una ofensa grave, capaz de destruir la reputación y la posición social.
En conclusión, la etiqueta íntima del siglo XVIII era un complejo e intrincado sistema de normas que regían la conducta de los individuos en cuestiones de amor e intimidad. Siguiendo estas seis duras reglas, el amante perfecto del siglo XVIII podía navegar por las traicioneras aguas del romance con gracia y sofisticación, asegurándose una historia de amor para siempre.
Consejo nº 1: Vigile a su marido
Cuando se trata de mantener un nivel adecuado de intimidad y comportarse con decoro en el siglo XVIII, es esencial estar siempre atenta a las acciones y el comportamiento de su marido. Este consejo destaca la importancia de la vigilancia y cómo puede contribuir al éxito de su relación íntima.
En el siglo XVIII, los maridos eran considerados cabezas de familia y se esperaba de ellos que mantuvieran y protegieran a sus esposas. Vigilar de cerca las actividades de su marido no sólo garantiza que cumpla con sus responsabilidades, sino que también le permite estar al tanto de su bienestar emocional y físico.
Observando a tu marido, puedes abordar de forma proactiva cualquier preocupación o problema que pueda surgir. Si nota algún cambio en su comportamiento o si parece distante, es crucial mostrar atención y preocupación e iniciar una conversación abierta y honesta. Esta comunicación abierta fomentará la confianza y reforzará el vínculo entre usted y su marido.
Además, observar a su marido puede ayudarle a comprender mejor sus intereses y deseos. Estar en sintonía con sus preferencias puede permitirle planear sorpresas especiales o momentos íntimos que le encantarán. Demuestra que estás atenta a sus necesidades y que valoras su felicidad.
Para vigilar eficazmente a su marido, es esencial encontrar el justo equilibrio entre mostrar interés y dejarle espacio. Si bien es importante vigilar sus acciones, también lo es respetar su individualidad y dejarle que se dedique a sus propios intereses y actividades.
Recuerda que vigilar a tu marido no debe verse como una forma de control, sino como una manera de garantizar una relación fuerte y armoniosa. Estando atenta a sus necesidades y participando activamente en su vida, puedes alimentar una conexión profunda y crear una relación amorosa y satisfactoria.
Consejo nº 2: No se acerque a un animal
En el siglo XVIII, se consideraba impropio de un caballero o una dama acercarse demasiado a un animal. Esto incluía tanto a los animales domésticos como a los salvajes. Aunque había algunas excepciones para ciertos animales domésticos, como los perros falderos o los loros, en general estaba mal visto relacionarse estrechamente con los animales.
Esta norma se basaba en la creencia de que los animales eran sucios y antihigiénicos. Se les consideraba portadores de enfermedades y plagas, por lo que se pensaba que acercarse demasiado a ellos podía provocar enfermedades o contaminación.
Además, ser visto con animales conllevaba un estigma social. Se creía que sólo los individuos de clase baja se relacionaban con animales, ya que se consideraba un signo de pobreza o falta de refinamiento. Por lo tanto, para los que querían mantener una posición social elevada, era importante mantener las distancias con los animales.
Además, también existía el temor de que los animales pudieran ser peligrosos o impredecibles. Mucha gente en el siglo XVIII no tenía amplios conocimientos o comprensión del comportamiento animal y, por lo tanto, eran cautelosos a la hora de interactuar con ellos. Este temor se extendía no sólo a los animales salvajes, sino también a los domésticos, ya que se consideraban potencialmente impredecibles y capaces de causar daño.
En general, la norma de no acercarse a los animales era una cuestión de decoro social e higiene. Se consideraba una forma de mantener un cierto nivel de limpieza y refinamiento, así como de evitar posibles peligros o situaciones embarazosas. Así pues, si en el siglo XVIII eras un amante de la perfección, se esperaba que siguieras esta norma y mantuvieras las distancias con los animales.
Consejo nº 3: comer bien
En el siglo XVIII, los hábitos alimenticios correctos eran muy valorados cuando se trataba de ser un amante perfecto. Si uno quería impresionar a su pareja, tenía que demostrar buena etiqueta cuando cenaban juntos.
Lo primero y más importante era tener buenos modales en la mesa. Esto significaba llevarse la comida a la boca sin sorber ni hacer ruido. Comer con la boca cerrada se consideraba educado y refinado.
Además, era importante prestar atención a lo que se comía. Un verdadero caballero o una verdadera dama nunca se atiborraban ni abusaban de la comida. Ser consciente del tamaño de las porciones y comer con moderación se consideraba un signo de autocontrol y disciplina, rasgos muy valorados en un amante.
Además, el tipo de comida también era importante. Se preferían las frutas y verduras frescas, ya que se creía que favorecían la salud y la vitalidad. Los alimentos ricos y pesados, por el contrario, se consideraban poco saludables y no adecuados para un buen amante.
También era esencial controlar los modales en la mesa cuando se comía en compañía. Masticar la comida en silencio y con educación, no hablar con la boca llena y utilizar los cubiertos adecuadamente eran signos de ser un amante refinado y cortés.
Por último, se consideraba impropio comer deprisa. Comer despacio y saborear cada bocado se consideraba una forma de mostrar aprecio por la comida y la compañía de la pareja.
Siguiendo estas reglas y demostrando buenos hábitos alimenticios, en el siglo XVIII se ganaba la admiración y aprobación de su amante.
Consejo nº 4: Practique la selección sexual
En el siglo XVIII, el arte de la seducción no consistía únicamente en cortejar a una pareja, sino que también implicaba la cuidadosa práctica de la selección sexual. Elegir al amante ideal se consideraba crucial para mantener las normas sociales y garantizar la mejor descendencia posible.
He aquí seis duras reglas para practicar la selección sexual:
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La apariencia importa
El atractivo físico era muy valorado y se esperaba que los individuos se presentaran de la mejor manera posible. Un buen aseo personal, ropa a la moda y un físico agradable se consideraban indicativos de una pareja sana y deseable.
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Posición social
La clase social y la procedencia desempeñaban un papel importante en la selección sexual. Los matrimonios entre individuos de clases sociales diferentes eran generalmente desaconsejados, y los individuos de clase alta solían elegir parejas de estatus similar para mantener su posición en la sociedad.
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Educación e inteligencia
La compatibilidad intelectual era muy apreciada. Se solía elegir a la pareja en función de su educación, conocimientos y actividades intelectuales. Las conversaciones inteligentes y los intereses comunes se consideraban componentes esenciales del éxito de una relación.
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Encanto e ingenio
El encanto y el ingenio eran rasgos buscados en los amantes potenciales. La capacidad de entablar conversaciones animadas y entretenidas se consideraba un atributo importante, ya que demostraba gracia social y refinamiento.
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Moralidad
Se esperaba que las parejas poseyeran un buen carácter moral. La honestidad, la integridad y la lealtad eran cualidades muy valoradas en un amante. Las personas que mostraban un comportamiento inmoral o escandaloso eran consideradas inadecuadas para una relación duradera.
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Química
La química, o la conexión emocional entre individuos, desempeñaba un papel vital en la selección sexual. La presencia de atracción mutua y un fuerte vínculo emocional se consideraban esenciales para una relación romántica satisfactoria y duradera.
Al adherirse a estas reglas de selección sexual, los individuos del siglo XVIII creían que podían asegurar las mejores parejas románticas posibles, creando una unión armoniosa y exitosa basada en la compatibilidad y las expectativas sociales.
Consejo nº 5: ponga a su hombre en primer lugar.
En lo que respecta a la etiqueta íntima en el siglo XVIII, era crucial para un amante perfecto poner siempre a su hombre en primer lugar. En una época en la que la caballerosidad y el comportamiento caballeresco eran muy valorados, el papel de la mujer era asegurarse de que se satisfacían las necesidades y deseos de su pareja.
Éstas son algunas de las reglas clave que debes seguir para dar prioridad a tu hombre:
- Anticiparse a sus deseos: Como amante perfecta, es importante estar en sintonía con las necesidades y deseos de tu hombre. Presta atención a su lenguaje corporal, a sus señales verbales y a sus sutiles insinuaciones para saber qué le complace. Ya sea una postura concreta, una fantasía o una caricia específica, intenta anticiparte a sus deseos y satisfacerlos.
- Muéstrale admiración y aprecio: Asegúrate de expresar tu admiración y aprecio por tu hombre. Halaga sus atributos, habilidades y logros. Hágale saber que le valora y le admira, como pareja y como persona. Esto aumentará su confianza y le hará sentirse apreciado.
- Muéstrate atenta y receptiva: En los momentos de intimidad, es importante estar totalmente presente e implicada. Muéstrele verdadero interés y entusiasmo por su placer. Escucha sus comentarios y ajusta tus acciones en consecuencia. Si te muestras atenta y receptiva, conseguirás que tu hombre se sienta deseado y satisfecho.
- Prioriza su placer: Complacer a tu hombre debe ser una prioridad. Céntrate en su placer, experimentando con distintas técnicas y posturas que le gusten. Recuerda que no se trata únicamente de tu propio placer, sino de cultivar una experiencia íntima que satisfaga a ambos.
- Mantén la conexión emocional: Además del placer físico, la conexión emocional es crucial para una relación íntima satisfactoria. Entable una comunicación abierta y sincera, comparta sus pensamientos y sentimientos y establezca un vínculo emocional profundo. Alimentando esta conexión, puedes crear una base sólida para una relación íntima satisfactoria.
- Respeta los límites y el consentimiento: Aunque es importante dar prioridad al placer de tu hombre, es igualmente importante respetar sus límites y obtener su consentimiento. El consentimiento debe ser siempre entusiasta, continuo y mutuo. Ten en cuenta su nivel de comodidad y asegúrate de comunicar y establecer límites con los que ambos se sientan cómodos.
Poniendo a tu hombre en primer lugar y siguiendo estas reglas de etiqueta, puedes convertirte en la amante perfecta del siglo XVIII. Recuerde que una relación íntima satisfactoria requiere respeto mutuo, comunicación y compromiso con el placer y la satisfacción del otro.
Consejo nº 6: No te vayas inmediatamente después de la intimidad
Después de un apasionado encuentro en el dormitorio, puede resultar tentador recoger rápidamente las cosas y escabullirse por la puerta. Sin embargo, en el siglo XVIII, la etiqueta de la intimidad dictaba que no se debía salir inmediatamente después de la relación.
Salir de inmediato puede considerarse una grosería y una falta de respeto hacia tu amante. Sugiere que ya no te interesa una vez terminado el acto y que tu placer físico era lo único que importaba.
En lugar de eso, tómate unos minutos para disfrutar del momento y demostrarle a tu amante que valoras su compañía y la conexión íntima que acabáis de compartir. Relajaos juntos, entablad una conversación significativa o simplemente disfrutad de la presencia del otro.
¿Por qué es importante?
Quedarse un rato más puede reforzar el vínculo emocional entre tu pareja y tú. Demuestra que la ves como algo más que un medio para satisfacer tus deseos. Si te quedas e interactúas con tu pareja, demuestras que su placer y satisfacción son importantes para ti.
Dedicar tiempo a conectar a nivel emocional aumenta la intimidad general de la experiencia. Esto puede llevar a una comprensión más profunda de los deseos y necesidades de cada uno, lo que permite una relación más plena y satisfactoria.
Conclusión
En el siglo XVIII, la intimidad no sólo tenía que ver con el placer físico, sino también con la conexión emocional. Dedicar tiempo a quedarse después de la intimidad y comprometerse con su amante le demuestra que valora su presencia y la conexión que comparten. Este sencillo gesto puede tener un profundo impacto en la calidad de tu relación y mejorar la intimidad general que experimentas con tu pareja.
Así que, la próxima vez, resista el impulso de salir corriendo por la puerta y tómese un momento para disfrutar juntos de la felicidad posterior a la intimidad. Su pareja apreciará su consideración y el vínculo que les une se hará más fuerte.
PREGUNTAS FRECUENTES
¿Cuáles eran las normas de etiqueta en la intimidad en el siglo XVIII?
En el siglo XVIII existían varias normas estrictas en materia de etiqueta íntima. Una de ellas era que el contacto físico entre hombres y mujeres antes del matrimonio estaba estrictamente prohibido. Las parejas debían mantener una distancia respetuosa y evitar cualquier gesto o acción íntima. Además, las expresiones de afecto o deseo en voz alta se consideraban muy inapropiadas. En su lugar, se animaba a las parejas a comunicar sus sentimientos a través de medios sutiles y discretos, como el intercambio de cartas o muestras de afecto.
¿Por qué estaban mal vistos el contacto físico y las expresiones de afecto en el siglo XVIII?
En el siglo XVIII, el contacto físico y las expresiones de afecto antes del matrimonio estaban mal vistos debido a las estrictas normas sociales y valores morales de la época. La sociedad daba mucha importancia a la modestia y el decoro, y cualquier comportamiento que se desviara de estos ideales se consideraba impropio e indecente. Mantener la distancia física y evitar las muestras abiertas de afecto se consideraba una forma de defender estos valores y mantener el orden social.
¿De qué maneras comunicaban sus sentimientos las parejas del siglo XVIII?
Las parejas del siglo XVIII tenían que encontrar formas sutiles y discretas de expresar sus sentimientos. Un método habitual era el intercambio de cartas, que les permitía comunicar sus emociones y deseos de forma privada y más íntima. Otra forma era darse muestras de afecto, como pequeños regalos o muestras de amor, que simbolizaban sus sentimientos mutuos. Estos métodos permitían a las parejas mantener el decoro adecuado sin dejar de transmitir sus emociones.
¿Existían consecuencias por infringir las normas de etiqueta íntima en el siglo XVIII?
Sí, romper las reglas de etiqueta íntima en el siglo XVIII tenía consecuencias. Mantener contacto físico o expresar abiertamente afecto antes del matrimonio podía dañar la reputación y la posición social de una persona. Podía dar lugar a escándalos y habladurías, con graves repercusiones para ambas partes. En casos extremos, podía llevar incluso al ostracismo de la sociedad educada. Por lo tanto, era crucial que los individuos se adhirieran a estas reglas para mantener su estatus social.
¿En qué se diferenciaban las normas de etiqueta íntima del siglo XVIII de las actuales?
Las normas de etiqueta íntima en el siglo XVIII eran muy distintas de las actuales. En el siglo XVIII, el contacto físico y las muestras abiertas de afecto estaban estrictamente prohibidas, mientras que hoy en día son ampliamente aceptadas e incluso fomentadas. Los valores y normas de la sociedad han cambiado con el tiempo, y lo que antes se consideraba inapropiado o escandaloso ahora se considera un comportamiento normal y aceptable. Además, la tecnología moderna ha cambiado la forma en que las parejas comunican sus sentimientos: los mensajes de texto, las redes sociales y las videollamadas han sustituido a las cartas y las muestras del pasado.